20 sept 2012

Rememorando risas adolescentes con 'American Pie: El reencuentro'

El lunes pasado fue un lunes raro: Nueva ciudad, mucho (demasiado) tiempo libre, inesperada dimisión de Esperanza Aguirre y una aversión total y absoluta a la red de empleo Infojobs. Algo había que hacer y no me quedaban comedias románticas en la recámara. Así, una vocecilla de ultratumba sugirió ver la nueva de ‘American Pie’.

Yo, que siempre he sido reacia a las americanadas, al principio me negué en rotundo. Después, y dado que no tenía nada que hacer, repito: NADA, acepté a regañadientes. Hago tanto hincapié porque no me gustaría de ninguna de las maneras que se me asociase a mí o a este blog con una persona que ve peliculones de la talla de ‘American Reunion’ (‘American Pie: El reencuentro'). Así que me dejé llevar por el aburrimiento y el desastre. Me senté en el sofá, cogí un refresco y simulando mi pubertad más joven me dispuse de nuevo a pasar algo más de 90 minutos con los chicos del East Great Falls.

El argumento, fácilmente previsible con el nombre de la cinta, devuelve a los protagonistas a su pequeña ciudad de Michigan para celebrar una reunión de instituto y demostrar al público como los lazos de la amistad son más fuertes que cualquier distancia. Por supuesto, el toque de erotismo salvaje llevado al absurdo es más espectacular cuando tienes 15 años, pero en ciertos momentos la risa está asegurada.

Las revanchas adolescentes entre los personajes, ahora adultos, son manidas y buscadas pero dejan con una sensación reconfortante al público. Y, quizás por esta época de adiós muy buenas en la que me encuentro, y eso sí, sin rozar lo cursi en ningún momento, la película toca un poco la fibra sensible siempre desde el humor irreverente de la dirección a cargo de Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg.

En definitiva, una película de la que no puedes esperar más de lo que es pero que recomiendo encarecidamente a todos los seguidores de American Pie en el instituto. Una pausa divertida para un día loco.

23 ago 2012

Ewan McGregor: Una delicia británica


El director de Chocolat o Querido John, Lasse Hallström, apuesta de nuevo por una historia romántica que no defrauda. ‘La pesca del salmón en Yemen’ está basada en la novela de Paul Torday. Alfred Jones (Ewan McGregor) es un reputado doctor del Centro Nacional para el Fomento de la Piscicultura que recibe la propuesta de un jeque árabe de exportar la pesca del salmón a Yemen. La idea le parece descabellada hasta que recibe el apoyo del Primer Ministro británico y se empapa de la ambición del jeque y su bella representante (Emily Blunt). Así, decide embaucarse de lleno en el proyecto.

La excentricidad de la trama es probablemente el punto fuerte que da personalidad a una historia de chico conoce chica como tantas otras. Sin menospreciar, por supuesto, el arte de los británicos en el drama romántico, nota que no pasa desapercibida en el ritmo y la simbiosis de la pareja protagonista. Mención especial merece Ewan McGregor que se mueve como pez en el agua en el género. Me aventuro a decir que podría convertirse en el próximo Hugh Grant de la comedia romántica británica.

Aunque, previsiones al margen, el filme no deja de ser uno más. En cierta medida es un quiero y no puedo. El director sueco se deja llevar por el romanticismo rosa en lugar de apostar fuerte por la originalidad de la historia. Así, el resultado se convierte en una película entretenida de fin de semana con final decepcionante donde el espectador pide algo más que el director no sabe ofrecer. En cambio, el optimismo de la cinta y lo que parece prometer el argumento la convierten en una comedia que merece la pena ver.


13 ago 2012

El sueño de Marc Levy

“Tanto la mañana como la tarde, cada estación, cada día, cada minuto que cuenta en nuestras vidas tiene su olor particular”, escribe Marc Levy en ‘La química secreta de los encuentros’, una novela conmovedora sobre la vida, el amor, la guerra y los sentidos. Su protagonista, Alice, vive con los ojos cerrados a la realidad que afronta en Londres a comienzos de los años cincuenta. La Segunda Guerra Mundial le ha arrebatado a su familia pero la joven conserva su nariz, su olfato incandescente para seguir adelante. Vive deprisa, aun sonríe, pero el realismo que le ha tocado vivir ha ganado a su idealismo innato, ese del que te enamorarás según avanza la historia.

 El argumento, fantástico e insulso, al menos a primera vista, arranca cuando una vidente revela a Alice que el amor de su vida acaba de pasar por detrás de ella y que sus orígenes, contra todo pronóstico, están más allá de las fronteras del Reino Unido, concretamente en Estambul. Aunque en realidad la historia va mucho más allá. El importante valor descriptivo, visual y olfativo, te envuelve en una idílica aventura con final sorprendente, además del evidente. Un paraíso de olores que te trasladarán a la infancia y te harán feliz. Así, comprenderás que “nadie puede hacer grandes cosas en la vida solo”, y esto no es solo cosa de niños. ¿Qué es la felicidad de haberlo conseguido sin nadie con quien compartirla?

‘La química secreta de los encuentros’ no es la típica novela para adolescentes ni peca de sensacionalismo rosa. Un libro perfecto para todos los que deseen disfrutar de una historia bonita y bien contada que avala el hecho de que Marc Levy sea el escritor más leído en Francia. Me atrevo a decir, aunque las comparaciones son odiosas, que de alguna manera recuerda a la entrañable historia que relata Albert Espinosa en ‘Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo’. Dos escritores contemporáneos que devuelven a la literatura su esencia: la magia de los sueños contados con palabras.

5 ago 2012

La tiranía de la democracia moderna

La última cinta de Sacha Baron Cohen, ‘El Dictador’, traspasa los límites de lo obsceno, lo vulgar y lo chabacano, un poco más de lo mismo a lo que nos tiene acostumbrados el actor británico en títulos como Borat o Bruno. Una fórmula que horroriza a los que se ofenden con facilidad y arranca la carcajada de los que se dejan llevar por la comedia negra hasta los límites más bajos del género humano.


La cruda realidad de las dictaduras modernas a base de petróleo, egoísmo e incultura, es la trama que encierra la película. El argumento arranca con Aladeen, líder supremo del estado totalitario de Wadiya en el norte de África. El tirano ha sido sancionado en varias ocasiones por la Organización de las Naciones Unidas, pero su odio a la política occidental le lleva a renunciar incondicionalmente a la democracia. Cuando su tío y principal apoyo le traiciona y viaja a Estados Unidos para entablar relaciones con la ONU, a Aladeen no le quedará otro remedio que vivir en Nueva York durante unos días. ¿Cambiará su opinión sobre Occidente?

En total, algo menos de 90 minutos que rozan lo hilarante con la ironía más cruda que se ha presentado en la gran pantalla durante los últimos años. Quizás el humor negro de Larry Charles sea la vía de escape perfecta para reírse de la vida y de lo políticamente correcto a lo que nos tienen acostumbrados hoy día. Más allá de lo absurdo, ‘El Dictador’ consigue reírse de los políticos (de los “buenos” y de los malos), de la guerra y hasta del propio sistema capitalista. En una sociedad donde todo se puede comprar y vender, hasta la inocencia, ¿qué significa democracia? Quizás sea este el punto reflexivo del filme. Entre chistes, el mensaje de una democracia disfrazada llega de manera más profunda al espectador al presentarlo desde la perspectiva del ridículo más absoluto.

‘El dictador’ es, en definitiva, un canto a la libertad que consigue mantener la atención del espectador y embaucarlo a través de una entretenida caricatura grotescamente deformada de la realidad. No apta para todos los públicos, solo para los que estén dispuestos a dejar los prejuicios a un lado y a reírse hasta de sí mismos.

2 ago 2012

La casa de los amores imposibles

'La casa de los amores imposibles' encierra el más puro estilo romántico de finales del siglo XVIII. Desconozco si Cristina López Barrio trató de emular la prosa de García Márquez o de Isabel Allende con la trama generacional que recuerda de manera inequívoca a estos dos grandes de la literatura iberoamericana. Incluso una de las mujeres de la estirpe Laguna que nos presenta López Barrio tiene el mismo nombre que la protagonista de 'La casa de los espíritus'. No sé si esto también ha sido casualidad al igual que la semejanza en el título de las dos novelas.

 Del realismo mágico que caracteriza a Allende guarda desde luego unas pinceladas que te atrapan desde el primer capítulo de la novela. Es esa necesidad de soñar a través de las páginas de un libro y escapar de lo cotidiano lo que sí consigue, y muy bien, la escritora que se estrenó ante el público adulto con esta novela líder en ventas. En cambio, la diferencia sustancial entre las dos obras es la influencia del romanticismo en la literatura de la madrileña. 'La casa de los amores imposibles' es una oda al negro de la muerte y el rojo de la sangre y la pasión. Es una oda moderna a 'Don Álvaro o la fuerza del sino' del Duque de Rivas o al mismísimo 'Don Juan Tenorio' de Zorrilla. Este sufrimiento tortuoso y letal del mal de amores es el hilo que da forma al argumento: Una estirpe de mujeres malditas, las Laguna, condenadas a alumbrar solo niñas con el porvenir de sufrir por amor.

Una novela para disfrutar de su lectura rápida y cargada de metáforas, más o menos conseguidas, con final decepcionante, o incluso sin final. Perfecto para quien busque un libro entretenido para el verano sin pretender más de lo que ofrece: una historia de enredo romántica, eso sí, muy bien contada. Personalmente, fue un elemento indispensable de mis vacaciones y un muy buen regalo. Gracias chicos ;).

17 jul 2012

Delibes y las ratas de hoy

Es un gustazo abrir un libro y dejarte llevar por él. Pronto te sientes parte de una historia, conoces a unos personajes con los que te identificas o te enemistas según avanza la trama hasta llegar a un final sobrecogedor que te llena por un instante justo antes del vacío que provoca cualquier punto y final. Con 'Las Ratas', en cambio, ocurre de manera distinta. No es un libro de arranque fácil que te atrape desde la página 20. Quizás sea porque Miguel Delibes no es un escritor ágil o por el comienzo desagradable que presenta un ambiente lúgubre con rasgos esperpénticos que espantan al lector casual que busca encontrar literatura amable para la época estival. En cambio, Las ratas tiene un punto clave: provocar la reflexión del lector sobre el paso del tiempo hasta observar como las cosas cambian por completo pero las circunstancias no varían en absoluto. Los personajes que parecen lejanos (efectivamente vivieron en otra época) se vuelven muy cercanos, tanto que parece que el autor regresara del pasado para darnos una lección de conciencia. 


El Tío Ratero y su hijo, Nini, son los protagonistas que encarnan la miseria de un pueblo de Castilla que vive de la agricultura y se enfrenta al clima como fuente primaria de subsistencia. El escritor vallisoletano aprovecha la novela para narrar de manera espléndida los problemas del latifundismo y los abusos del poder de los políticos de turno. La misma historia de ayer y de hoy.

“No hay ratas, la cosecha se pierde, ¿puede saberse qué coño nos ata a este maldito pueblo?", es la pregunta que lanza el Tío Ratero, cuya ocupación es cazar roedores para venderlos a sus convecinos. Actualmente, muchos jóvenes se hacen la misma pregunta a la que Delibes responde “la tierra”.

En el libro, el final negro en duelo romántico y las gentes del pueblo grotescamente alteradas por intentar apaciguar la tormenta, dan paso a la carnicería y la miseria de quienes han sido exprimidos hasta las entrañas. En la realidad, o en los telediarios, de momento caos, cansancio e incertidumbre, ¿qué vendrá después? Esperemos que Delibes no fuera un visionario y lo que nos queda no sea una tragedia.

27 may 2012

Los experimentos con gaseosa

Arturo Fernández es el galán pillo más rodado de la alta comedia. Lo demuestra, una vez más, en ‘Los hombres no mienten’, una apuesta por el humor dramático de las discusiones de pareja. La adaptación de la obra de Eric Assous, que el director y actor asturiano ofrece al público en el teatro Amaya de Madrid, es una muestra más de los más de sesenta años de experiencia sobre y tras el escenario.

El argumento, una pareja de clase alta que una noche se pone al día de sus aventuras amorosas, no va más allá de una recopilación de tópicos manidos sobre los enfrentamientos conyugales, pero tampoco lo pretende. Quizás por eso, al entrar al teatro hay que desprenderse de los vaivenes de la sociedad actual y el humor sarcástico que la caracteriza, sentarse durante algo más de dos horas y disfrutar de una comedia de risa fácil y actores de solera. El triángulo amoroso encabezado por Arturo Fernández, Sonia Castelo y Carlos Manuel Díaz, no ofrece nada más que lo evidente, pero precisamente por eso, no decepciona.


La fórmula de picaresca romántica del dandi asturiano le ha mantenido más de medio siglo sobre las tablas, y él sabe agradecerlo. Un sector de su público, y otros menos allegados, disfrutan la indudable entrega del actor. Al margen de vanguardias y obras maestras, 'Los hombres no mienten', o más bien, Arturo Fernández, es una pausa estereotipada pero muy válida de lo cotidiano.